top of page

PERÚ AL FILO: EL DESAFÍO DE RECONSTRUIR LA POLÍTICA ANTES DE 2026

  • Foto del escritor: Divergente Iberoamérica
    Divergente Iberoamérica
  • 14 oct
  • 2 Min. de lectura
ree

POR: SERGIO GÓMEZ HERNÁNDEZ. (México)


Perú ha vuelto a quedar suspendido en el aire político; la reciente destitución de Dina Boluarte por el Congreso acusada de “incapacidad moral permanente” no es solo un episodio más en la larga lista de crisis institucionales que arrastra el país, es sobre todo, un síntoma de una enfermedad más profunda: la descomposición de la confianza pública en la política y en el Estado.


Según datos citados por BBC Mundo esta es ya la sexta vez en menos de una década que un presidente peruano es destituido, renuncia o es encarcelado antes de completar su mandato; lo que para cualquier democracia sería un terremoto en Perú parece haberse convertido en rutina.


El Congreso (que hoy concentra un poder desmedido y una legitimidad en caída libre) ha vuelto a imponer su fuerza sobre un ejecutivo debilitado mientras el país entero se pregunta quién manda realmente.


Esa es la primera gran herencia que recibirá quien gane las elecciones de 2026: un país exhausto, institucionalmente frágil y emocionalmente dividido. Gobernar en ese contexto será casi tan difícil como llegar al poder ya que ningún discurso populista ni promesa de “mano dura” podrá sostenerse sin una reforma real del sistema político, del equilibrio de poderes y de la relación entre Lima y las regiones.


El segundo gran reto será reconstruir la representación política. Hoy los partidos son cascarones vacíos, instrumentos electorales que aparecen y desaparecen según la coyuntura, hay más de cuarenta organizaciones registradas pero pocas tienen ideología, programa o liderazgo sólido; en ese vacío prospera el oportunismo y los candidatos se multiplican al ritmo del descontento social, el peligro no es solo la fragmentación del voto, sino la banalización del poder.


La tercera dificultad será enfrentar la polarización social que ya no se expresa solo en las élites políticas sino en las calles, se debe comprender que las protestas que siguieron a la destitución de Boluarte no son un fenómeno aislado; son el reflejo de un país que siente que el sistema político no lo representa. Cada región vive su propia rabia, su propio abandono y la respuesta del Estado (represión o indiferencia) solo agrava el resentimiento.


Frente a ello, el próximo proceso electoral tendrá que ser más que una competencia por el poder: deberá ser una oportunidad para reconstruir sentido y recuperar el lenguaje de la democracia. Eso exige liderazgos con visión de Estado, no de campaña, que tengan y manifiesten propuestas concretas y de resultados practicamente inmediatos principalmente sobre seguridad, ante una ciudadanía más activa, más crítica y más exigente.


Porque si algo ha demostrado la crisis peruana es que la democracia se puede degradar sin desaparecer, puede seguir existiendo formalmente (con elecciones, congresos y presidentes) mientras pierde legitimidad en la práctica. Lo que está en juego en 2026 no es solo quién gobiernará dentro de esta incertidumbre sino si el país será capaz de romper el ciclo de destituciones, vacancias y promesas incumplidas que lo ha llevado al borde del colapso político.


El Perú no necesita un salvador(a); necesita instituciones que funcionen y con mayor estabilidad, políticos que escuchen y ciudadanos que no se resignen.

 


ree

 
 
 

Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación

© 2020 Derechos reservados

bottom of page