
PALESTINA.-
En política, las palabras importan. Más aún cuando vienen de líderes globales con el peso de una superpotencia detrás. Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre la Franja de Gaza y su propuesta de "tomar posesión" del territorio, desplazar a cerca de dos millones de palestinos y construir una "Riviera del Medio Oriente" no solo son descabelladas por su inviabilidad logística y legal, sino que reflejan una estrategia política que no podemos subestimar: la del caos calculado.
Este tipo de declaraciones, que parecieran más bien impulsos del momento, no son del todo fortuitas. En la narrativa de Trump, la sorpresa y la radicalidad son herramientas para mantener a sus interlocutores desorientados. Al lanzar una propuesta tan extrema como hacerse cargo de Gaza, Trump logra dos efectos importantes. Por un lado, coloca nuevamente su figura en el centro de la discusión global. Por otro, prepare el terreno para que cualquier solución alternativa, menos agresiva pero aún controvertida, pueda parecer razonable en comparación.
¿Acaso alguien en su entorno político había planeado este "proyecto"? Todo indica que no. El Wall Street Journal informó que el propio equipo de Trump desconocía esta propuesta antes de que la hiciera pública. No se trata, pues, de una estrategia meticulosamente diseñada. Es más bien parte de un modus operandi en el que el expresidente emite afirmaciones espontáneas que luego obligan a sus asesores y aliados a reaccionar, matizar o incluso desmentir. Así lo vimos cuando, tras sus comentarios sobre posibles tropas estadounidenses en Gaza, la Casa Blanca se apresuró a aclarar que esa no era la intención.
La pregunta de fondo es por qué Trump recurre a esta táctica una y otra vez. La respuesta está en su concepción del liderazgo: proyectar la imagen de una persona impredecible, capaz de tomar decisiones drásticas en cualquier momento. Desde esta perspectiva, los demás actores políticos —sean adversarios o aliados— prefieren negociar antes de arriesgarse a enfrentar el próximo "dardo verbal" que podría desestabilizar aún más la situación.
Sin embargo, en un contexto tan delicado como el conflicto en Gaza, este tipo de declaraciones no son un simple juego político. Gaza se encuentra en medio de una compleja tregua por etapas. Las condiciones para avanzar en una fase 2 del cese al fuego están lejos de asegurarse, con informes que indican que tanto Israel como el grupo armado Hamás mantienen posiciones intransigentes. En este escenario, proponer un desplazamiento masivo y la toma de control por parte de Estados Unidos no hace más que echar leña al fuego.
Por el lado palestino, Hamás ha consolidado su control sobre la administración de Gaza, incluyendo la seguridad y la distribución de ayuda humanitaria. No sorprende, por tanto, que rechacen de plano cualquier plan que implique el desplazamiento permanente de la población. A esto se suma la condena de múltiples países árabes aliados de Estados Unidos, como Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos, quienes consideran inviable la propuesta de Trump. Incluso dentro de Israel, solo los sectores más radicales respaldan este tipo de iniciativas, mientras que la mayoría de la sociedad las ve con escepticismo, según encuestas recientes.
¿Entonces, cómo deben interpretarse las declaraciones de Trump? Ignorarlas sería un error, pero tomarlas al pie de la letra también. Aquí reside uno de los mayores desafíos para los líderes políticos actuales: saber distinguir entre el ruido y las señales estratégicas. Trump, aunque no esté en el cargo, sigue ejerciendo una influencia considerable en la política estadounidense e internacional. Cada palabra suya tiene el potencial de impactar procesos diplomáticos, provocar reacciones y condicionar futuras negociaciones.
Este fenómeno es una lección importante para quienes ocupan posiciones de liderazgo. La comunicación en política no es solo cuestión de mensajes, sino también de contextos, percepciones y expectativas. Un líder puede crear realidades simbólicas a través de sus palabras, generando marcos de interpretación que condicionan el comportamiento de otros actores. Trump, consciente de este poder, ha convertido la imprevisibilidad en una marca personal. Si algo ha demostrado su trayectoria política es que, aunque sus ideas parezcan absurdas, nunca deben subestimarse.
En este contexto, es fundamental que los demás líderes adopten una estrategia de comunicación que combine firmeza y claridad. No basta con desmentir o descalificar las afirmaciones de Trump; es necesario proponer narrativas alternativas que resalten la viabilidad y legitimidad de soluciones basadas en el derecho internacional y el respeto a los derechos humanos. La legitimidad de cualquier proceso de paz en Gaza, o en cualquier otro conflicto, depende de la capacidad de los actores internacionales para generar confianza en soluciones realistas y justas.
Así, el verdadero peligro no radica solo en las palabras de Trump, sino en la posibilidad de que su estilo de comunicación se normalice en el ámbito político global. Los líderes deben recordar que, aunque el espectáculo puede captar la atención, la estabilidad y la paz se construyen con diálogo, coherencia y responsabilidad. En un mundo donde la información circula a velocidad vertiginosa, el liderazgo debe ser una brújula, no una fuente constante de incertidumbre.
La historia nos ha enseñado que las palabras tienen el poder de encender conflictos o de construir puentes. La elección de cómo utilizarlas es, en última instancia, lo que define el legado de un líder.
POR: HELIOS RUÍZ (México)
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