MÁS RUIDO QUE CAPACIDAD
- Divergente Iberoamérica

- 20 oct
- 2 Min. de lectura

POR: JAVIER CABRERA (Colombia)
Hace casi un siglo, José Ortega y Gasset escribió La rebelión de las masas. Difícil imaginar que aquella advertencia sobre la crisis del pensamiento en Europa describiría, con tanta exactitud, lo que hoy ocurre en América Latina. Ortega decía que cuando el hombre-masa —ese que se siente con derecho a todo, pero sin deber de nada— llega al poder, comienza la era de la improvisación y la razón se reemplaza por el impulso.
Hoy el aplauso vale más que la preparación, y la emoción pesa más que las ideas. Los gobiernos surgen del impulso, no del estudio. Ortega diría que hemos dejado de pensar para dedicarnos solo a reaccionar. Y no le falta razón: muchos líderes de hoy no leen, no escuchan, no construyen. Gobiernan con encuestas, frases en X o TikTok, y fotos en redes sociales. Han reemplazado el pensamiento y la sabiduría por la simpatía.
El populismo que recorre la región es la versión moderna de aquella rebelión. Se disfraza de voz del pueblo, pero solo repite sus emociones. Gobierna desde la rabia y se alimenta del descontento. La política se volvió un escenario plano, donde el gobernante actúa para su público y busca aplausos más que resultados.
Ortega hablaba de una minoría selecta, no por riqueza, sino por espíritu. Personas que piensan, que estudian, que elevan la conversación pública. Esos son los líderes que hoy nos faltan: aquellos que valoran la causa por encima del beneficio, y entienden que la preparación es vital para gobernar. En cambio, abundan los políticos que desprecian la inteligencia porque los incomoda, los que se burlan del que sabe, y los que creen que leer es perder el tiempo. Por eso la política se volvió un oficio vacío, sin reflexión ni propósito.
El resultado está a la vista: democracias frágiles, liderazgos sin ideas y pueblos cansados de creer. América Latina vive entre promesas de cambio que terminan repitiendo los mismos errores. Porque cuando los líderes dejan de pensar y los ciudadanos dejan de exigir, el populismo se convierte en costumbre. Y esa costumbre erosiona la democracia.
La lección de La rebelión de las masas sigue viva: cuando el pensamiento se apaga, el ruido toma el poder. Y ese ruido, por más popular que suene, no construye país. América Latina no necesita salvadores que gobiernen desde la ignorancia. Necesita líderes que escuchen, que comprendan, que lean, que piensen antes de hablar y, sobre todo, que se preparen para gobernar.










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