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EL PREMIO NOBEL EN MEDIO DE LA POLARIZACIÓN GLOBAL

  • Foto del escritor: Divergente Iberoamérica
    Divergente Iberoamérica
  • 13 oct
  • 2 Min. de lectura
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La polarización y el debate global han convertido, incluso, los reconocimientos más nobles en campos de controversia. El Premio Nobel de la Paz 2025, otorgado a María Corina Machado, no ha sido la excepción. Mientras unos celebran lo que consideran un acto de justicia y reconocimiento al coraje, otros lo interpretan como una provocación política o un gesto de cinismo internacional.

 

Sus detractores no olvidan los precedentes: recuerdan que a Barack Obama se le concedió el Nobel “por sus esfuerzos diplomáticos”, mientras su administración encabezaba una de las mayores ofensivas militares del siglo XXI. Una paradoja que hoy vuelve a resonar en Oslo.

 

Y como si hiciera falta más combustible, Donald Trump también figuraba entre los nominados. De haberlo obtenido, de seguro se estarían revolcando sus muchos detractores, tal vez con un solo argumento: Trump ordenó cambiar el nombre del Departamento de Defensa de EE.UU. por Departamento de Guerra. ¿Un Nobel de la Paz para quien reivindica la guerra? Esa sola idea bastaría para incendiar la conversación global.

 

Lo cierto es que el Nobel de la Paz es, y siempre ha sido, un premio político. No existe causa ni liderazgo en estos tiempos que no despierte pasiones o divisiones. La neutralidad absoluta ya no tiene lugar. Sin embargo, más allá de las controversias, este reconocimiento cumple una función simbólica innegable: visibiliza las luchas que sacuden al mundo, aun cuando dividan opiniones.

 

Como diputado del estado Miranda y coordinador de la Mesa de la Unidad Democrática en nuestro estado natal, compartí con María Corina Machado luchas, visiones y también diferencias. Su estilo aguerrido, su tozudez y su constancia la convirtieron gradualmente en lo que la mezquindad política de algunas cúpulas le negaron en aquel momento. Hoy, sin duda, María Corina representa a la mayoría de la disidencia y la oposición al gobierno de Nicolás Maduro, aunque no necesariamente a todas las cabezas de los partidos que se le oponen. Para ella, más allá de cualquier diferencia, nuestro respeto y reconocimiento.

 

Para quienes la celebran, María Corina Machado representa una voz que no se ha rendido. Es símbolo de resistencia, de coraje y de una fe inquebrantable en la libertad. La llaman nuestra heroína, referente de quienes —mujeres y hombres— defienden la democracia frente al autoritarismo. Para ellos, MCM encarna esfuerzo, valentía, visión, determinación y una sencillez que inspira.

 

Su liderazgo genera respeto incluso en quienes no comparten su ruta política, pero reconocen en ella una fuerza que trasciende banderas. “Mujer: ¡valor y determinación!”, le escriben miles desde distintos países.

 

El Premio Nobel de la Paz 2025 otorgado a María Corina Machado es, sin duda, un hecho histórico. Pero también un reflejo de nuestro tiempo: uno en el que la paz no es una utopía neutra, sino una batalla de narrativas y convicciones. Ella, como ha prometido, seguirá hasta el final… sí, hasta el final, y este premio se convierte en un importante combustible para su causa.



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