
Hace poco llegó a mis manos una tesis doctoral que me deslumbró por completo: ‘Transformaciones identitarias de las mujeres como resultado de participación política en las guerrillas y en las acciones colectivas por la paz en Colombia’ la autora, María Eugenia Ibarra Melo, quien hace once años realizó su investigación con ocasión al Doctorado de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid.
Hace once años analizó cómo las formas de violencia en el país habían afectado a las mujeres, modificando el ejercicio del poder, pero desde la perspectiva no formal, es decir, desde la participación en organizaciones armadas, como en movimientos sociales en contra del conflicto armado interno.
Relata en su investigación como las mujeres en su lucha por la visibilización en el entorno social tuvieron que vencer obstáculos de diferentes tipos para ser aceptadas en las rígidas estructuras armadas de la guerrilla de los años setenta, debido a que los combatientes varones no las aceptaban como un par, como un digno oponente.
Sin embargo, la coyuntura que en ese momento vivía Colombia permitió la aceptación de mujeres en las las, debido a que el ejército revolucionario debía ampliar su número de combatientes, además los líderes de izquierda debían demostrar la incipiente inconformidad con el sistema democrático y para ello, también debían sintonizarse con un discurso feminista que les diera arraigo.
El estudio reveló varios grupos de mujeres que participaron políticamente desde el lado informal como militantes de la guerrilla a saber: las primeras, aquellas mujeres que tenían mayor sensibilidad social, convicción política y que creían en el triunfo cercano de la revolución; en segundo lugar las mujeres que buscaban “emanciparse de la tradición y la vida cotidiana, escapan de sus hogares y se asilan en la guerrilla, considerada por ellas un espacio de libertad”; el tercer grupo es conformado por aquellas mujeres que asumieron el rol en la estructura del grupo armado con el fin de resarcir los daños causados a su familia o comunidad ocasionados por la violencia política; y el último grupo con aquellas que consideraban el ingreso al grupo guerrillero como un fin en sí mismo.
En otra parte, la autora también analizó las organizaciones sociales que propendían por el fin del conflicto armado, que eran promovidas por mujeres, en las que se destacaron líderes con una amplia trayectoria de participación social y política, trabajadoras a liadas a sindicatos y centrales de trabajadores, mujeres con militancias en organizaciones populares, mujeres provenientes de las organizaciones étnicas como las indígenas y las afrodescendientes, y por supuesto las víctimas de la violencia.
Esta participación política informal se abrió paso en una década en la que las mujeres buscaban diferenciarse y romper el status quo, sin embargo, los únicos espacios de fácil acceso en el entorno que se encontraban fueron aquellos que socialmente no eran tan aceptados, (guerrilla) o que eran de difícil acceso, es decir, la participación política formal a través de partidos políticos.
Sin embargo, este ingreso a los movimientos revolucionarios desdibujaron en el ejercicio el fin de participación política en sí misma: la investigación determina que luego de que las mujeres ingresaron a la guerrilla, se desvanecía su trayectoria vital, para hacer parte de un grupo, donde se sentían más proletarias que mujeres, en donde su voz y participación fue adherida a la de la autoridad masculina, “fueron abnegadas militantes y actuaron de acuerdo con la designación socio sexual que habían aprendido”, sin embargo a quienes decidieron desafiar la autoridad, asumieron las consecuencias de su insumisión.
Es decir, que su deseo de cambio, de lucha, de venganza entre otros, no tuvo un eco incipiente dentro de la organización, inclusive las mismas exguerrilleras manifestaron que no hicieron los su cientes esfuerzos para demandar la no discriminación contra las mujeres en el grupo combatiente y hacer sentir su voz.
Al reincorporarse a la vida civil, “muchas no han logrado recomponer sus relaciones familiares, perdieron la solidaridad del grupo y volvieron a actuar en concordancia con los preceptos genéricos de los matrimonios convencionales (..), otro menoscabo individual que afectó directamente su posición en la sociedad fue la disminución del reconocimiento político y del estatus que ostentaban mientras permanecieron en las organizaciones armadas”.
Es así como estas mujeres que buscaron un reconocimiento político o una participación directa terminaron siendo un número más dentro de la organización guerrillera, haciendo nula su participación como mujer, como fortaleza de un grupo y por el contrario, fue menoscabado todo su ser.
Contrario a las guerrilleras, surgen las mujeres que deciden apartarse de la guerra y unirse para hacer oposición desde los movimientos ciudadanos. “Sus líderes se han concentrado en generar espacios y estrategias de visibilización del movimiento sin forzar una identidad rígida, lo que se evidencia en que hayan aceptado organizaciones mixtas en su estructura. Para la participación política en este movimiento no constituye ningún obstáculo su condición socioeconómica, cultural, educativa, religiosa, su orientación sexual, su estado civil, su edad, su procedencia o, incluso, su liación política o el ejercicio de la maternidad. Un contraste importante con la participación de las mujeres en las guerrillas, donde las militantes estaban obligadas a deshacerse de todas esas otras adscripciones sociales para identi carse como revolucionarias”.
Concluye la autora que en este prolongado con icto “las mujeres han sido víctimas, críticas y partícipes. Han estado en la guerra y en contra de ella. En ambos grupos sus identidades personales y colectivas estaban situadas por la visión del mundo que tenían. Como diría Judith Butler de lo que estaba bien, de lo que era justo, de lo que era detestable, de lo que la acción humana es o puede ser, de lo que constituyen las condiciones de vida necesarias y su cientes. Ambas querían y quieren transformar el mundo social porque estaban y están constreñidas por las normas, por la violencia estructural que padecían y padecen y lo hacían y lo hacen por razones de justicia social. Ambas pensaban y piensan que existían buenas razones para que algunas órdenes fueran y sean interrumpidas. Las guerrilleras como revolucionarias y las pacifistas como mujeres cuestionan las nociones de la realidad y plantean la institución de nuevos modos de construir esa realidad”.
Hoy luego de once años, esta tesis doctoral, nos deja un gran insumo para la construcción de nuevas investigaciones que respalden los procesos venideros frente al post conflicto y el rol que las mujeres debemos asumir en la construcción de un entorno más amigable y formal para la participación política.
En la actualidad con un proceso de paz que avanza lentamente en lo jurídico, en lo participativo y sobre todo en la culturización de nuestra sociedad para aportar y no polarizar, nos queda un reto muy grande: generar mayores espacios donde como consultores aportemos en la construcción de una cultura democrática que permita la inclusión de todos los actores formales e informales para transformar la sociedad.
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