
El 10 de enero de 2025, Nicolás Maduro asumió finalmente pese a los grandes cuestionamientos de la elección presidencial su tercer mandato como presidente de Venezuela, en medio de un contexto político y social que sigue siendo profundamente divisivo. La ceremonia no solo marcó la continuación de un gobierno cuestionado internacionalmente, sino también un reflejo más de una nación que ha vivido en constante crisis durante más de dos décadas. Para algunos, esta toma de protesta simboliza la permanencia de un régimen que defiende su soberanía y lucha contra las presiones externas; para otros, es el reflejo de un gobierno autoritario que sigue ignorando las demandas del pueblo venezolano.
El contexto en el que Maduro asume este nuevo mandato es complejo, las secuelas de la crisis humanitaria siguen marcando la vida diaria de millones de venezolanos, la escasez de productos básicos, el colapso del sistema de salud y la continua emigración de ciudadanos hacia otros países de la región siguen siendo los retos más urgentes. Sin embargo, Maduro ha logrado mantener un control considerable sobre las instituciones del Estado, algo que le ha permitido garantizar su permanencia en el poder, aunque a costa de una polarización extrema en la sociedad venezolana.
En su discurso de toma de protesta, Maduro subrayó la necesidad de "seguir luchando por la soberanía de la patria" frente a lo que considera una constante agresión de potencias extranjeras, particularmente de Estados Unidos; su gobierno sigue abrazando una narrativa de resistencia ante las sanciones internacionales, mientras reafirma el apoyo de aliados como Rusia, China y algunos países de América Latina, que continúan reconociendo su mandato. No obstante, el aislamiento internacional que sufrió el país durante los primeros años de su gobierno ha dado paso a un escenario más matizado, con varios actores internacionales que, aunque no reconocen su legitimidad, prefieren mantener una diplomacia pragmática.
La oposición, por su parte, sigue dividida y en busca de una estrategia clara de cara a este nuevo ciclo. Aunque el liderazgo de Juan Guaidó, quien en su momento fue reconocido por una parte significativa de la comunidad internacional como presidente interino, ha perdido peso, las protestas internas continúan siendo un reflejo del descontento generalizado, los ciudadanos venezolanos no solo exigen un cambio de régimen, sino soluciones concretas a una crisis que ha afectado a generaciones enteras. Si bien las demandas de los opositores se mantienen, el futuro de la oposición parece depender de una estrategia más clara para movilizar a la sociedad en busca de un cambio pacífico y por la via de las urnas, algo que se vio mermado en la reciente elección presidencial.
En conclusión, la toma de protesta de Nicolás Maduro en 2025 marca la continuación de un gobierno que día a día es mas cuestionado por la comunidad internacional y dentro de Venezuela, el país se enfrenta a un futuro incierto, donde la política interna, la presión internacional y las expectativas de la población se combinan para crear un escenario de alta tensión. La pregunta sigue siendo la misma: ¿será Maduro capaz de sortear las presiones internacionales que piden su salida del Palacio de Miraflores? Solo el tiempo dirá, si la oposición puede avanzar en un cambio que haga frente a las graves problemáticas que enfrenta el país.
POR: SERGIO GÓMEZ (México)
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