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La lección desde el Congreso de los Estados Unidos.

Foto del escritor: Divergente IberoaméricaDivergente Iberoamérica

ESTADOS UNIDOS.-

 

La reciente certificación del Congreso de Estados Unidos que declaró oficialmente a Donald Trump como presidente electo para un segundo mandato es un recordatorio poderoso del peso de las instituciones democráticas y de los sacrificios que estos exigen, incluso de sus más destacados protagonistas. Para Kamala Harris, actual vicepresidenta y presidenta del Senado, el acto de anunciar su derrota y la victoria de quien fue su adversario político, no solo fue un trámite protocolario, sino un ejercicio de fortaleza institucional y personal que merece análisis y reflexión.


En política, y en la vida pública en general, hay momentos que trascienden las emociones personales y los intereses partidistas. Son instantes que ponen a prueba la capacidad de los actores políticos para anteponer el bien común y la estabilidad democrática sobre cualquier otro interés. Este fue uno de esos momentos.


La imagen de Kamala Harris, quien encarnó la esperanza de millones de estadounidenses progresistas y rompió barreras históricas como la primera mujer y persona afrodescendiente en llegar a la vicepresidencia, declarando formalmente como vencedor a su oponente político, Donald Trump, es, sin duda, impactante. No solo por el simbolismo que encierra, sino porque representa una reafirmación del compromiso con las normas democráticas, incluso en circunstancias adversas.

 

El sistema electoral estadounidense, con su intrincado Colegio Electoral, puede parecer anacrónico o incluso arcaico para algunos observadores externos. Sin embargo, su existencia refleja el carácter descentralizado del poder en los Estados Unidos y el compromiso con procesos que, aunque perfectibles, garantizan estabilidad en la transición de poder. Este sistema exige que incluso los líderes que han sido derrotados participen activamente en la certificación de los resultados, un acto que puede parecer cruel en términos personales, pero que es fundamental para la legitimidad del sistema.


Kamala Harris, al cumplir con este deber, no solo obedeció a las reglas establecidas, sino que envió un mensaje claro al mundo: en una democracia madura, las instituciones están por encima de las personas. En un contexto global donde la polarización política y el debilitamiento de las democracias son preocupaciones crecientes, el ejemplo estadounidense, por imperfecto que sea, sigue siendo relevante.


Ser líder no solo implica ganar elecciones o diseñar políticas públicas; También exige saber perder, aceptar las reglas del juego y mantener la dignidad en la adversidad. Para Harris, este acto fue particularmente doloroso. No obstante, su gesto de declarar la victoria de su adversario sin ceder a la tentación del discurso divisorio o del cuestionamiento a los resultados es una muestra de lo que significa liderar desde el ejemplo.


Este tipo de liderazgo es crucial en tiempos de crisis. Las sociedades necesitan ver en sus líderes a figuras que, más allá de sus aspiraciones personales, se comprometen a preservar la cohesión social y el respeto por las normas. La vicepresidenta demostró que incluso en el desencanto, la dignidad es una herramienta poderosa para fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones.

 

Lecciones para gobernantes en todo el mundo

Lo ocurrido en el Congreso estadounidense deja varias enseñanzas aplicables para líderes y gobernantes en cualquier contexto:


  1. Respetar las reglas del juego democrático: Las democracias dependen de la aceptación de las normas, incluso cuando no nos favorecen. Romper estas normas en nombre de la conveniencia personal o política puede tener consecuencias devastadoras para la estabilidad de un país.

  2. Anteponer el bien común sobre el interés personal: Aceptar una derrota no es un signo de debilidad, sino de madurez. La capacidad de ceder el paso a la voluntad popular fortalece las democracias y construye un legado político más respetable.

  3. Fomentar la unidad en tiempos de polarización: Los líderes tienen el poder de definir el tono del debate público. Optar por el respeto y el diálogo, incluso con los adversarios más acérrimos, ayuda a reconstruir los puentes rotos entre los diferentes sectores de la sociedad.

 

A pesar del carácter protocolario del anuncio realizado por Harris, el acto encapsula un desafío mayor: la supervivencia de las democracias en un mundo cada vez más complejo. La polarización, las noticias falsas y los discursos populistas son amenazas que exigen respuestas basadas en principios sólidos.


Harris, al desempeñar su papel institucional con profesionalismo, demostró que el respeto por el proceso democrático no es negociable. Es un recordatorio para todos los actores políticos de que la verdadera fortaleza no reside en la imposición de voluntades, sino en el respeto mutuo y la construcción de un futuro en común.


En conclusión, los líderes de hoy y del mañana tienen en este episodio una valiosa lección. Gobernar no es solo tomar decisiones en momentos favorables; también implica actuar con responsabilidad y humildad cuando las circunstancias son adversas. Es ahí donde se mide el carácter de un líder y donde se consolida la confianza de los ciudadanos en el sistema que los representan. El ejemplo de Kamala Harris, aunque doloroso en lo personal, es una demostración de que, a pesar de los desafíos, las democracias pueden y deben prevalecer.


POR: HELIOS RUÍZ (México)

#Trump #EstadosUnidos #Elección

 

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