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EL LIDERAZGO QUE MÉXICO NECESITA: UNA DEUDA PENDIENTE EN LA CLASE POLÍTICA

  • Foto del escritor: Divergente Iberoamérica
    Divergente Iberoamérica
  • 28 oct
  • 2 Min. de lectura
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POR: SERGIO GÓMEZ HERNÁNDEZ. (México)


En México la palabra liderazgo se ha desgastado, se pronuncia en discursos, se imprime en campañas y se presume en biografías pero rara vez se ejerce con convicción. La clase política mexicana atraviesa una etapa donde la gestión del poder ha sustituido a la inspiración, y donde la estrategia electoral ha desplazado la visión de Estado. En este contexto el liderazgo auténtico, ese que combina carácter, empatía, inteligencia y propósito se ha convertido en un bien escaso y urgente.


El país vive tiempos de polarización, desconfianza institucional y agotamiento ciudadano, las decisiones públicas parecen responder más a cálculos inmediatos que a una dirección colectiva y es ahí donde el liderazgo en su sentido más profundo marca la diferencia; no se trata de mandar sino de guiar, no de imponer sino de convencer; no de ganar elecciones, sino de construir futuro.


México necesita líderes que comprendan la dimensión humana del poder, que sepan escuchar tanto como hablar, que entiendan que la autoridad no proviene del cargo, sino del ejemplo. Hoy la sociedad demanda políticos capaces de reconciliar eficacia con ética discurso con resultados y estrategia con sensibilidad porque liderar no es administrar lo que hay sino atreverse a transformar lo que no funciona.


Los grandes momentos de la historia mexicana de la Independencia a la transición democrática en el año 2000 fueron posibles gracias a figuras que supieron anteponer el propósito al interés y el proyecto al ego. Hoy esa vocación parece diluirse entre cálculos partidistas redes sociales y una permanente guerra por el relato; sin embargo no todo está perdido ya que en distintos niveles de gobierno surgen liderazgos locales,  jóvenes y comunitarios que sin reflectores están reconstruyendo el sentido de servir.


Recuperar el liderazgo político no es solo una necesidad institucional, es una urgencia moral; hoy México no puede seguir siendo un país donde se confunde autoridad con popularidad ni donde se mide la capacidad por la intensidad del aplauso, el verdadero liderazgo no se impone desde arriba sino se gana con coherencia, con resultados y con visión.


En un tiempo de incertidumbre los líderes que necesita México son aquellos capaces de inspirar confianza sin manipularla, de ejercer poder sin abusar de él y de comprender que el servicio público es ante todo, un acto de responsabilidad con la historia, con la patria y con su gente.



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