¿Qué pasa en el mundo que los liderazgos anti políticos suman cada vez más votos y hasta llegan a ser Presidentes?
Los candidatos outsiders, han pasado de ser un fenómeno nuevo a ser habituales en las últimas campañas electorales. Desde Arnold Schwarzeneggeren, pasando por Mauricio Macri en Argentina, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boric y Rodolfo Hernandez en Colombia, por citar algunos, asistimos al crecimiento de liderazgos que vienen a patear el tablero de la política tradicional logrando ocupar cargos ejecutivos, legislativos y hasta conducir los destinos de un país.
Dejaron de ser un fenómeno circunstancial o anecdótico, crecen en las encuestas, captan el voto joven y marcan la agenda pública. ¿Qué son los outsiders? ¿Qué ocurre en los países donde nacen y crecen estos liderazgos? ¿Cómo logran recaudar tantos votos y ganar una elección? ¿Cuáles son sus atributos? Son algunas de las preguntas sobre las que me gustaría detenerme a reflexionar.
No hay una única definición de los outsiders, pero podríamos decir que son aquellos que se presentan a elecciones sin tener experiencia previa en política, o en algunos casos también se consideran a aquellos que han participado de algún partido minoritario pero no son políticamente reconocidos y nunca ha ganado.
Disruptivos, auténticos, histriónicos, desangelados y políticamente incorrectos son algunas de sus características con las cuales logran no pasar desapercibidos, por el contrario, generan emociones extremas que van del amor al odio, lo que los posiciona siempre en el centro de la opinión pública.
Son estos atributos, sumados a algunos más que describiré más adelante, y sus formas de expresión asociadas con la rebeldía los motivos por los cuales logran empatizar con las demandas de sociedades marcadas por rechazo a los políticos, la devaluación de la palabra de los dirigentes, la incertidumbre por el futuro, el descreimiento de las promesas, la desidia y el cansancio.
Entre sus banderas, podemos identifican las fuertes críticas al establishment y la política tradicional, a la “casta”, culpándolos de haber generado los males que acechan al país y de ser incompetentes para resolverlos o cómplices. A través de estos ataques se definen como parte del “pueblo” y se construyen como los únicos salvadores, los héroes.
Su empatía con las personas tiene más que ver con el qué que con el cómo. Son catalizadores de la bronca y el descontento y generan un proceso de identificación tan fuerte expresando lo que pasa que no necesitan, en algunos casos, hablar del cómo, de sus propuestas, de cómo van a llevar a cabo el cambio que proponen.
Su comunicación no verbal también es un caso de estudio, rompen moldes estéticos, gritan, se animan a insultar y expresar de manera frontal lo que piensan. Sumado a esto, sus discursos sin tecnicismos les permite penetrar en públicos masivos y captar sobre todo la simpatía de los jóvenes, que le otorgan legitimidad.
Construyen una imagen dual, se animan a disfrazarse con chalecos antibalas, cantar, bailar, trepar un árbol y a la vez se calzan el traje con saco y corbata para ir a los medios.
El bufón que entretiene, el loco que dice lo que quiere, el superhéroe salido de una película, el mesías que viene a salvar a la humanidad personifican a este estilo de candidatos que ofrecen siempre algo nuevo, escandaloso y espectacular que los hace estar en las pantallas y las redes sociales cada día.
Sin generalizar, pero buscando algunos patrones que nos permitan entender qué pasa en los países donde este estilo de liderazgos recogen muchos votos, me atrevo a describir algunas marcas de la decadencia por la que atraviesan. Crisis económicas en algunos casos, debilidad institucional, fragmentación de las coaliciones mayoritarias, la pérdida de los valores de la democracia, la política esta marcada por los signos de la corrupción, ilusiones de cambio frustradas en los ciudadanos, entre otras causas.
Si a esta foto le sumamos una mutación en las expectativas de la gente que ya no exigen presencia en los territorios, experiencia en gestión y tampoco partidos políticos que los validen, ser un fenómeno nuevo cobra cada día más valor. Ya ni siquiera necesitan el sello partidario tradicional para competir, algunos crearon un partido propio y ganaron.
Con este diagnóstico de los países donde los outsiders ganan terreno, los outsiders nacen como respuesta a la necesidades de sociedades que buscan el cambio por el cambio mismo, piden cambios rotundos y radicalizados.
Se alejan de la racionalidad y apelan continuamente a lo emocional para cautivar a los desencantados mientras los demás candidatos buscan minimizarlos, subestimarlos e ignorarlos. Este quizás es el error más frecuente entre los contrincantes que no logran asumir la rapidez con la cual crecer estos liderazgos.
La conquista de la juventud suele ser el primer mach, y se convierten en el primer escalón de simpatizantes que logran sumar. A partir de la conquista de simpatizantes jóvenes, lo que sucede luego es un movimiento donde éstos se convierten en influencers no solo en las redes sociales sino que también son éstos los que generan influencia en sus propias familias logrando convencerlos del voto.
Estamos quizás, ante el análisis de lo que podríamos llamar la pirámide invertida, donde antes eran nuestros padres los que nos hablaban de política, donde había un voto que venía casi por mandato familiar a una generación nueva donde los jóvenes se vuelven activistas de las causas anti políticas y terminan persuadiendo a sus padres en algunas tomas de decisiones, como es el voto.
Lo interesante es entender que desde la comunicación política tenemos un desafío en poder visualizar el aceleramiento de su crecimiento, estudiar las causas y consecuencias y poner nuestro compromiso para poder entender las nuevas demandas de la sociedad y los sujetos sociales que empujan para ser oídos sin poner en riesgos los sistemas democráticos y sin poner en duda la paz social.
POR: CATALINA VITELLI
@cataviteli
Comments