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A saber de la imagen política creíble…

Foto del escritor: Divergente IberoaméricaDivergente Iberoamérica

Diversos son los debates intelectuales que rondan en torno a las campañas electorales: la manera en que los mensajes son emitidos; los medios para hacerlo; las teorías de cómo el elector los recibirá, procesará y almacenará en su mente, y cómo estos lo conducirán a tomar la decisión que impactará en el futuro de la sociedad: la elección, el voto y el fortalecimiento del sistema democrático moderno.


Las elecciones, en sistemas democráticos, son consideradas como uno de los procesos más significativos, ya que los ciudadanos expresan sus preferencias en torno a quiénes deben gobernar, de ese modo, las elecciones se convierten en procesos comunicativos que entre sus principales efectos se encuentra: el generar climas políticos propicios para el ejercicio del voto; jerarquizar y comunicar con precisión temas relacionados con la problemática social; y, construir una imagen positiva del candidato (Dorantes y Aguilar, 2014).


En ese sentido, estudiar la imagen del candidato nos hace pensar en diversas interrogantes: ¿Cuál ejerce mayor peso al momento de la toma de decisiones: los partidos, las ideologías o el candidato? ¿Cómo se crea una propuesta de valor diferente, honesta, creíble e interesante para los ciudadanos? ¿Son los juicios emocionales y afectivos o es el análisis y el raciocinio los que predominan en la decisión del voto?


Las respuestas a estos cuestionamientos se generan desde distintos enfoques teóricos, sin embargo, definir la importancia de comunicar a través de la imagen en política nos lleva a un plano de personificación que determina que son los individuos y no los partidos, ideologías o propuestas, los protagonistas de los mensajes que serán valorados por los ciudadanos y definirán el liderazgo político.


Por lo tanto, imagen será entendida como la percepción que se genera a través de estímulos que conectados a la esencia del individuo redundará en reputación o prestigio, es decir, la credibilidad que requiere proyectar un político para conectar con el sentimiento colectivo, comunicando de manera entendible, convincente, memorable y congruente a fin de motivar no solo a la elección, sino a la acción, al voto, y además que mantenga cautivo al elector aún después de ganar una contienda.


Es así que, de la imagen como herramienta generadora de políticos creíbles es importante saber que:


El cerebro de las personas es bondadoso y siempre buscará satisfacer su autoimagen. No es el candidato, es lo que el ciudadano quiere comprar. Existe un debate significativo sobre la disparidad entre la evolución social y biológica. Por una parte la imagen como estrategia de comunicación suele ser considerada como la principal productora de afectaciones hacia la democracia al no fomentar el debate racional; en otro orden de ideas, el cerebro humano no se comporta racional al cien por ciento y sigue respondiendo a estímulos visuales, a emociones, a lo que el candidato les hace sentir.


Por lo tanto calificarán que el político es el mensaje y les importará lo que este dice pero no tanto la manera en cómo lo expresa y cómo lo proyecta. Para el votante eso dice mucho y sí, define votos.


En ese contexto, existe una delgada línea entre manipulación y persuasión, entre lograr o provocar que la decisión de los votantes sea la correcta aunque sus decisiones sean tomadas emocionalmente. El reto es del político quien como mensaje está obligado a generar el equilibrio.


La imagen política exitosa es el resultado del autoconocimiento personal y todo lo que le respalda. Si el político no sabe quién es, qué proyecta y cómo lo hace, no sabrá por qué los demás lo eligen, por lo tanto no logrará definir su rumbo político que solo trascenderá si el individuo es congruente y es capaz de validarse con sus habilidades, trayectoria y acciones. Es importante también ser consciente de que todo lo que rodea al político influye en la percepción generada sobre él: el partido político, los colaboradores y amigos… sus reputaciones suman o restan votos.


El político no es dueño de su imagen pero sí es responsable de lo que proyecta. Es imposible no comunicar. Se hace a través de múltiples canales y todo ello genera un medio de comunicación constante y permanente. De ese modo el político es responsable de cómo los demás lo tratan y reaccionan hacia él y su proyecto. Por ese motivo será fundamental posicionar su nombre como marca y asociarla con una cualidad e imagen que lo distinga de los competidores.


No existe la apatía política, existe una mala percepción del político. La percepción en política se genera con base en la cultura y el contexto social. De ese modo, apático o no, el ciudadano siempre estará conectado a los procesos políticos. ¿Por qué? Porque les afecta lo que suceda. Ellos saben que eso es determinante para que se queden como están, mejoren o empeoren como sociedad. Por lo tanto, la atracción es directa, le dedicaran poco o mucho tiempo, votarán o no lo harán, pero gracias a esa atracción el ciudadano ya tiene una percepción del político, con el simple hecho de contender, de representar a un partido político ya se tienen puntos a favor o en contra. Es lo que perciben antes y durante la campaña lo que transforma su decisión de voto.


POR: ANDREA PRECIADO – CONSULTORA ESPECIALISTA EN IMAGEN (México)

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